10/9/08

Montando a “pelo”


Laura era una chica preciosa pero algo introvertida, por eso solía esconderse tras sí misma para evitar las miradas lascivas de sus compañeros de clase. Pero eso no servía de nada porque ellos lo sabían y se asomaban más adentro de ella, por el escote, hasta que lograban verla, tanto a ella como al resto de su cuerpo.

Se podía decir que era una chica tímida, temerosa de Dios y de los hombres con estudios superiores, pudorosa y recatada pero no ingrata, de ingrata no tenía nada, y además le gustaban los caballos. Por eso cuando Toni, un muchacho receloso de la vida fuera de internet, la invitó a dar un paseo en pony, ella aceptó.

Toni intentó aprovechar su pericia con la Pleiesteison para demostrarle a Laura que la amaba, que siempre la había amado. Siete veces, siete, batió su propio récord sin bajar del pony, creyendo que semejante hazaña sería más que suficiente para que Laura se desnudara y le ofreciera su cuerpo con total sometimiento. Pero no fue así, de hecho Laura hacía más de media hora que se había ido (concretamente cuando Toni empezó la tercera partida), y ahora estaba morreándose –a instancias del interesado– con un gilipoyas de metro noventa, guapo y todo eso, pero ignorante de los juegos de última generación.

Toni no se lo explicaba, sin lugar a dudas él era uno de lo que más controlaban con la Plei, sin embargo y pese a ello, Laura prefería a aquel armario de sonrisa perfecta que nada le aportaría en cuanto a trucos para pasar de pantalla.

¡Qué injusticia! Él que había pasado más de la mitad de su vida encerrado entre cuatro paredes intentando descifrar la forma de superar los mil y un obstáculos que versión tras versión imponían los grandes creadores de softgüer para psicópatas, ahora se veía relegado a un segundo plano por la miserable regla no escrita de que a la tía que a ti te gusta siempre le gusta otro (cualquier otro).

Destrozado, pero no abatido, sino destrozado por completo, Toni circunvaló la Plaza de España y se dirigió a las instalaciones del hipódromo público con la intención de montar a pelo a Centella, una yegua salvaje del norte de Sigüenza. Tras domesticarla y hacerla estirar músculos unos diez minutos la montó y la lanzó al galope por el centro de la pista dando vueltas y más vueltas entregándose con frenesí a la borágine de la fuerza centrífuga hasta que el pobre animal le llamó la atención sobre su cansancio. Exhausto y con el tórax empapado del sudor del animal y del suyo propio, Toni llevó a Centella a los establos y la invitó a doble ración de avena.

Laura, preocupada por su comportamiento hacia Toni, le estuvo buscando durante horas temiendo lo peor: que no quisiera salir otra vez con ella, o que sí. Buscó en todos los portales de internet que conocía y en los de algunos edificios de viviendas que desconocía. Pero fue inútil, nadie sabía donde estaba, bueno la verdad es que nadie sabía ni quién era ese tal Toni.

Descorazonada circunvaló la Plaza de Toros y se encaminó hacía el hipódromo público. Pensó que montando a Rayo, un alazán de raza vasca (Rh negativo), calmaría la ansiedad por no haber encontrado a Toni, del que seguramente se había enamorado sin darse cuenta tras verlo manipular la Pleisteison.

Rayo estaba bebiendo del estanque cuando vio a Laura con la silla de montar en la mano. Ni se inmutó, tan sólo movió la cola como saludando a la amazona.
Laura le devolvió el saludo con la mano, lo ensilló y acto seguido lo lanzó a galope tendido por la calle 2. Laura jaleaba sin parar al cuadrúpedo: –¡Ea, Ea, Ea!; y el caballo relinchaba de placer: –¡Iiiiiiih, iiiiiihh!. Le encantaba correr, y a Laura también.

Tras unas vueltas, los dos animales (Laura y Rayo) exhaustos por el cansancio y empapados en sudor, tanto el uno del otro como del uno del otro, se encaminaron hacia los establos para descansar y reponer fuerzas.

Nada más entrar Laura vio a Toni, Rayo vio a Centella, Toni vio a Rayo, Centella vio a Laura,... en fin todos se vieron, y sus miradas se cruzaron intensamente. Toni se arrancó la camisa, Centella se atragantó con la avena y Rayo se puso como se puso mientras Laura se desnudaba. Se acercaron unos a otros y empezaron a olerse. La mezcla de sudor confundió a los amantes (bípedos y cuadrúpedos) que, presas de un deseo irrefrenable se entregaron unos a otros lujuriosamente.

Una vez aplacados sus deseos carnales una especie de chip se activó en los amantes. Avergonzados por su comportamiento Centella y Rayo se marcharon cabizbajos hacia sus respectivas cuadras sin dirigirse ni un solo relincho.

Sin embargo, desde ese día revelador, Toni no volvió a perder un solo minuto de su tiempo con la Pleiesteison y Laura dista mucho de ser aquella chica introvertida y tímida que se escondía tras de sí.

Dedicados por completo a la cría caballar viven juntos y felices en un rancho en Biar.
Rayo y Centella, por su parte, acabaron suicidándose perseguidos por los recuerdos malsanos de aquella noche de locos.

No hay comentarios: