4/2/10

El hombre que odiaba a las mujeres... y a las lechuzas



Carla le comunicó a Moisés por circular, ya que trabajaban en la misma empresa, que se había enamorado de otro y que, por lo tanto, se olvidara de ella lo antes posible. ‘Muy atentamente y todo eso, Carla’.

Moisés releyó la circular varias veces, hasta que la entendió por completo. «¡Qué hijaputa!», se dijo a sí mismo con odio en la mirada. Se sentía traicionado y utilizado. Quería vengarse, pero no sabía cómo. Así que buscó en guguel “Cómo vengarse de tu ex pareja”. Encontró muchas páginas dedicadas al tema, casi todas porno, y las que no eran porno eran de recetas de cocina porno. Salvo una: cuentaseloatodos.com. En ella se decía que lo mejor era contar la mezquindad de tu ex a pleno pulmón, y que cuanta más gente lo oyera mejor.

Así que Moisés quedó con todos sus compañeros de trabajo en la sala de juntas a la hora de la comida. Les dijo que tenía algo importante que comunicarles y, como era el jefe de su sección, todos acudieron a la cita sin rechistar.

Moisés, subido a una de las mesas, esperó a que todos estuvieran sentados para empezar su discurso. Tenía que hablar alto y claro para que todos pudieran oírle... incluso ella. Sobre todo, ella. Moisés no quería hacerle mucho daño, o al menos no mucho más del que ella le había hecho. Pero todos debían saber qué clase de bicho era.

Estaba intranquilo, nunca antes había hablado en público. Tenía muy claro el mensaje pero no sabía muy bien cómo lo iba a transmitir. Empezó tosiendo, con una suave carraspera interior. Saludó a las gentes que estaban allí y lanzó su perorata...

Se trabó, se contradijo, y hasta lloró un poco, pero su mensaje se oyó alto y claro: “No hay derecho a que las lechuzas destruyan el hábitat de los pequeños mamíferos a base de comérselos a todos”. Bueno, quizás ese no fuera su mensaje, pero es lo único que entendieron los presentes. Y lo raro del asunto, es que la mayoría estuvieron de acuerdo con Moisés y propusieron que una comisión de la empresa estudiara el caso.

Ella, sin embargo, no estuvo de acuerdo. Se sintió directamente atacada por las palabras de Moisés, y estaba muy enfadada con él. ¿Por qué tenía que contarle a todos lo suyo? ¿Qué le importaba a los demás si ella le había dejado por otro? ¿Por qué tenía que ser tan rencoroso? Realmente se sintió humillada por el destartalado discurso de Moisés. Y aunque es verdad que nadie relacionó las palabras de Moisés con ella, ella sí lo hizo. No sabía muy bien de qué manera, porque en ningún momento la mencionó a ella, pero ella se sintió identificada y muy maltratada por aquel discurso mísero y rastrero.

Cuando Moisés bajó del palco oratorio –de la mesa– ella le esperaba abajo con aires de poca broma.

——Eres un hijo de la gran... ¿Cómo has podido hacerme esto?

—¿Y tú…; es que no es peor lo que tú me has hecho a mí?

—Pero si yo sólo te he dejado por otro..., ¿acaso me he puesto yo a contar cosas de ti por ahí?

—Todo el mundo debe saber qué clase de bicho eres, aunque no sé si me he explicado bien —se defendió Moisés.

—No claro, sólo te ha faltado dar nombres, ¿o acaso crees que nadie iba a descifrar los mensajes ocultos que había en tu discursito?

—¿Por ejemplo? —preguntó Moisés.

—Pues por ejemplo, cuando has dicho: “la lechuza siempre selecciona sus presas en las discotecas de moda”. ¿Es así cómo piensas que empezó nuestra relación, con una selección de presa?

—Bueno, más o menos así me sentí yo. Recuerdo que dejé un momento la seguridad de la manada (el corrillo de mis amigos) para ir a buscar algo de beber y, sin darme cuenta, me adentré en un claro que había en la pista de baile, donde quedé expuesto a todo tipo de peligros.

—¿Y?

—Y en esos momentos llegaste tú. Desde no sé dónde te dejaste caer sobre mí, clavándome tus garras en la espalda.

—¿Pero qué dices chalao?, simplemente te pedí fuego.

—Venga va, si aún recuerdo tus grandes ojos mirándome con avidez, sin saber si comerme entero en ese momento o solamente picotearme un poco y guardarme para más tarde.

Carla entrecerró un poco sus grandes ojos para no darle la razón a Moisés.

—Y se puede saber qué querías decir con “la lechuza, que nunca está satisfecha, puede cazar varias presas en una noche”.

—Acaso crees que no me daba cuenta de cómo flirteabas con algunos de mis amigos.

—¿Que yo flirteaba con...?

—Sí, y no sólo flirtear, me consta que hasta le diste algún picotazo a alguno de ellos.

Carla resopló un par de veces, como hacen las lechuzas, para calmarse...

—Bueno, vale, puede que tonteara un poco con el Rober, pero eso es agua pasada y ya sabes que ese tipo de agua ya no mueve molino.

—¿Qué es lo que no mueve qué...?

—Déjalo, es igual; pero dime, de quién hablabas cuando has dicho que la lechuza en cuestión se sienta en el trabajo dos mesas por delante de la tuya.

—Ahí sí que he estado puntual, ¿eh?

—Pero so gilipollas, si la que se sienta dos mesas delante de ti es la Paqui.

—Sí, ¿y qué?

...

—¿No me digas que ella también salió contigo?

—Pues sí, y también me dejó por otro, la muy guarra.

—Tú estás loco, ¿lo sabes?

—Y tú eres una zorra.

—En qué quedamos, ¿soy una lechuza o soy una zorra?

—En cualquiera de los dos casos no dejas de ser una depredadora, como lo sois todas. ¡Os odio! ¡Odio a todas las mujeres!

—Hostias, como el del libro.

—¿El libro?; ¿qué libro?

—Coño el Millenium ése, ‘el hombre que odiaba a las mujeres’, o algo así.

Moisés se quedó callado un segundo... —Yo no odio a las mujeres, yo a quien odio es a las lechuzas —. Luego se dio la vuelta y mientras se marchaba se despidió de Carla:

—¡Hasta nunca, zorra asquerosa!

Carla también se dio la vuelta para despedirse de Moisés.

—¡Hasta nunca, misógino de mierda!

Y colorín colorado, cada uno por su lado.

2 comentarios:

Basseta dijo...

Steig Larson no lo hubiera hecho mejor.

Que tengas un buen fin de semana.

Anónimo dijo...

Me gustó mucho. Pero lo que más me gusta es que nos vuelvas a sorprender con nuevas historias. Muchas gracias.