25/3/11
Gremlins
Tío Yonas siempre me traía algún regalo cuando volvía de sus maravillosos viajes alrededor del globo. Siempre algo diferente, siempre algo auténtico. Como aquel día que me trajo un nomeolvides de plata, o aquel otro que me trajo una máscara que te transfería ciertos poderes o no sé qué hostias. Nunca la probé, la verdad. Se la di a Jim Carry un día que vino a casa a hacer los deberes y no tenía qué ponerse para carnaval.
Pero aquella vez no me trajo ningún cachivache de mierda. No señor. Me trajo a alguien.
—Jaime, este es tu primo Yosua, te lo traigo para que pases unos días con él.
—¡Caramba, un primo!, lo que yo siempre he querido.
—Pero te tengo que decir un par de cosas sobre él.
—Ah sí, cuáles —le pregunté.
—Pues verás —dijo mi tío—, tu primo es un poco calavera, y aunque es muy buen chico, se le va la olla si le das de beber cubatas de garrafón después de las 12 de la noche, o bien si le das de goler farla o spid. Entonces se vuelve un poco raro y le da por cerrar todos los bares. ¡Ah!, y procura no tocarle la bolsa escrotal.
—¿La bolsa escrotal?
—Sí, la bolsa escrotal.
—Ah, vale, la bolsa escrotal.
Total que aquella misma noche nos fuimos de fiesta mi nuevo primo y yo. Él ya me advirtió también antes de salir.
—Hostias primo, haz el favor de no dejarme que me meta ná después de las 12 de la noche que me pongo mú loco. Y por supuesto que nadie me toque la bolsa escrotal.
—Que sí pesao.
«Joder con la bolsa escrotal de los cojones».
En fin, que yo había quedado en el Aerosmiz con los colegas y pallá que nos fuimos mi primo Yosua y yo. En el garito había un montón de pavas, entre ellas la Yeni y sus amigas, y al parecer mi nuevo primo les cayó en gracia. Decían que les recordaba a un muñeco de peluche. Yo les advertí de que no le dieran nada de esnifar a partir de las 12, porque no le sentaba bien, y que, por lo que más quisieran, que no se les ocurriera tocarle la bolsa escrotal.
—¿La bolsa escrotal? –me preguntaron todas a la vez.
—Sí, la bolsa escrotal.
—Ah, vale, la bolsa escrotal.
Pa qué les dije ná. Lo encerraron en el lavabo y yo no sé qué le harían pero salió de allí encendío vivo. Como loco.
Sin pensárselo dos veces se subió a la barra, se bajó los pantalones e invitó a todos los allí presentes a que le tocaran la bolsa escrotal.
Yo me quedé de piedra.
—¡Que nadie le toque la bolsa escrotal! —grité yo desde el fondo.
—¡¿La bolsa escrotal?! —preguntaron todos los allí presentes.
—Sí, la bolsa escrotal.
—No, perdona —dijo entonces mi primo—, en realidad a mí la bolsa escrotal me da igual, lo que realmente me irrita es que me toquen los güevos como tú, ¿vale?
—Pero el tío Yonas dijo….
—Olvídate del tío Yonas y tómate otra copa, que yo invito.
Así fueron cayendo las copas una tras otra.
Ya eran las cuatro, o por ahí cuando la Yeni y sus amigas se piraron, así que fui a buscar a mi primo para irnos a casa.
—¡Y una mierda! —me dijo con educación.
—Venga hostias —le dije mientras le cogía del brazo—, no seas capullo, que es tarde.
—¡No me toques los huevos, eh! —me dijo de malas maneras con la cara desencajada y sin dejar de mover la mandíbula inferior.
No parecía el mismo, tal como predijo mi tío se había transformado en un cierrabares agresivo y paranoico. Se había convertido en un gremlin auténtico. Y, para cuando vine a darme cuenta, no era el único, todo el bar estaba lleno de gremlins...
También yo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Kafka también tuvo una dolorosa metamorfósis, pero creo recordar que fue en solitario y sin tomar sustancias.
Eso que dices de Kafka hace llorar al niño Jesús, que lo sepas.
Publicar un comentario