23/1/12

¡Quiero que te vayas!


Carla se interpuso con los brazos en jarra entre Sergio y la televisión:
—Quiero que te vayas... ¡ahora! —le dijo en tono amenazante.
—Sí hombre, ahora que empiezan los Deportes.
—¡He dicho que te vayas!
Sergio vio que la cosa iba en serio, así que cambió de canal y puso el Tiempo.
—Bien, si es lo que tú quieres, lo haré.
—Me alegro, así no tendré que echarte.
—Bueno, en realidad sí que me estás echando.
—No, te estoy invitando a que te vayas, que es muy diferente.
—No parece una invitación, la verdad.
—Pues lo es, y ya sabes que no se rechaza una invitación de alguien que te quiere.
—Entonces ¿aún me quieres?
—Más que nunca.
—Pues no lo entiendo…
—Mira Sergio, los dos sabemos que esto acabará algún día, y seguramente no muy bien, así que, antes de que acabemos mal, prefiero terminar con esto cuando aún nos queremos.
—¿Ah, sí?
—Sí, nada dura eternamente, y menos una relación sentimental.
—Lo sé, pero terminar con algo antes de que acabe me parece antinatura.
—Al contrario, es lo más natural del mundo.
—¿Lo has visto en algún programa del Punset?
—No metas a Eduard por medio, sabes que lo nuestro sólo fue una aventura.
—Pero él aún te atrae, ¿no es así?
—Bueno, siempre me han atraído los hombres mayores con el pelo rizado que anuncian pan Bimbo.
—Entonces no vas a dar marcha atrás.
—No, es mi última palabra.
—Me dejarás al menos que me despida de los niños.
—Claro, también son tus hijos.
—Quizá ellos no lo entiendan.
—Ya son mayorcitos…; lo entenderán, no te preocupes.
—¿Seguro?
—Segurísimo, de hecho pienso invitarlos también a ellos a que se marchen contigo.
—¡A los niños! ¡¿Pero qué clase de madre eres?!
—¡Te diré qué clase de madre soy…! ¡Soy ese tipo de madre que está hasta las narices de que un par de gandules postadolescentes se paseen todo el día por mi casa en calzoncillos rascándose los huevos!
—Pero si son unos críos.
—Efectivamente, con casi treinta años cada uno, y siguen siendo unos críos de mierda.
—Vale, de acuerdo, echémosles de casa, pero tú y yo no debemos separarnos.
—Mira Sergio, lo he pensado mucho y te aseguro que es lo mejor para mí.
—¡Para ti, ¿y yo qué?!
—¿Tú? Tú te vas y te llevas a los niños.
—Espera, deja que recomponga mis ideas a ver si lo entiendo...
»O sea —dijo Sergio tras recomponer sus ideas—, has pensado que lo mejor para ti es echarnos de casa a todos, ¿no es así?
—Así es.
—Y por qué no te vas tú, y así acabamos antes.
—¿Me estás echando de mi casa? —replicó Carla indignada.
—No, perdona, no te estoy echando, te invito a que te vayas, que no es lo mismo.
—No parece una invitación, la verdad.
—Pues lo es, y ya sabes que no se rechaza una invitación de alguien que te quiere.
—Entonces ¿aún me quieres?
—Más que nunca.
—Pues no lo entiendo…
—Mira Carla, los dos sabemos que esto acabará algún día, y....
—No —cortó Carla a Sergio en seco—, si digo que no entiendo cómo has podido darle la vuelta a la situación.
—¿A qué situación?
—Bueno, ahora ya no tengo claro quién es el que se tiene que ir de casa....
—¿Y si nos vamos los dos... al cine y a cenar por ahí? —propuso Sergio.
—¿Y los niños...?
—Los niños que se queden y que pasen la aspiradora.

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