9/12/07

El caso del cocodrilo (I)


La noche caía sobre la Bahía de Hudson como una cortina de hierro endurecido con remaches de amianto.

Lorenzo divisó una figura gris de curvas insinuantes que desaparecía tras los hangares de hidroaviones envuelta en la niebla que cubría lentamente, como una cortina de aleación cobre–cinc, la misma Bahía de Hudson.

El mar golpeaba cadenciosamente con su lengua salada los barcos piratas que la armada de su majestad la reina Isabel III había apresado por la mañana en un escarceo de prácticas para los nuevos almirantes menores de 12 años.

Actrices porno deambulaban por la bahía enseñando trailers de sus últimas penículas a los transeúntes, a los viandantes y a los que pasaban por allí.

Lorenzo tiró de la correa que sujetaba a su cocodrilo y lo condujo al interior de uno de los hangares de pruebas de los nuevos modelos de hidroaviones HJ35, propulsados por gasolina con doble de plomo, por donde había visto desaparecer la figura gris de curvas insinuantes.

La Bahía de Hudson era un hervidero de calma. El silencio de un grito ahogado desgarró la noche por donde más le duele. Los coches patrulla acudieron al lugar del suceso de seis en seis. El detective Sallier, recién salido de la academia, se hizo cargo de la investigación por hacerse cargo de algo. Los interrogatorios a los testigos presenciales se alargaron durante más de diez minutos, doce. La víctima era una muchacha joven, de entre 58 y 79 años. Estaba tendida en el suelo boca abajo. Sallier se arrodilló junto al cuerpo de la joven y agarrándola de la cintura le dio la vuelta. La joven se echó en sus brazos sollozando. Tenía el vestido roto y varios senos se le escapaban del maltrecho sujetador. Sallier la abofeteó con fuerza para que dejara de llorar. La joven no entendió bien la intención del policía, y siguió llorando. Sallier sacó su arma reglamentaria y se la colocó en la sien invitándola a que dejara de llorar o le pegaba un tiro. La joven dejó de llorar al momento. Sallier se quitó la chaqueta y se la puso sobre los hombros a la joven. Una vez tranquilizada, la muchacha, que resultó ser una anciana de 97 años, explicó al policía como un cocodrilo se había avalanzado sobre ella con intenciones de violentarla sexualmente. Sallier sonrió. Estaba sobre la pista...

1 comentario:

Emma-Nue-Elle dijo...

Guapooooooooooooooooooooooooooooooo