5/4/08

El peso del amor


Juan Ramón estaba locamente enamorado de ella. Ella era desagradable, gorda y estúpida como ella sola. Lo de gorda en ella era lo de menos, un detalle sin importancia que señalo solamente a efectos de comprender mejor el gusto de Juan Ramón en cuanto a carnes se refiere. Sus 200 ó 300 kilos de más no espantaban a nadie, salvo en un primer momento, cuando de un sólo vistazo no se era capaz de abarcar toda la humanidad que la envolvía.
Juan Ramón se encaprichó de ella por una mueca de desprecio con la que ella siempre le obsequiaba cuando le veía. Una mueca forzada que desencajaba del sitio su asimétrico rostro, dándole un aspecto aún más despreciable y salvaje si cabe.
Juan Ramón le llevaba flores, bombones, tripas de chorizo ibérico y otras delicadezas que ella devoraba con vehemencia, mientras Juan Ramón la observaba totalmente hechizado por aquellos colmillos, aquellos carrillos hinchados y aquellos ojos, sobre todo aquellos ojos. Unos ojos sangrientos que se salían de sus órbitas a cada dentellada.
Juan Ramón le declaró mil veces su amor, y más de mil veces ella se rió en su cara con carcajadas huecas y estridentes que llamaban la atención de los viandantes. Mil veces Juan Ramón lloró su desamor arrodillado frente a ella, en una patética imagen que sólo inspiraba al vómito a todo aquel que la presenciaba.
Juan Ramón soportó humillaciones, malos tratos y vejaciones, con la esperanza de que algún día ella consintiera en su relación.
Y su perseverancia se vio recompensada. Una noche de verano, mientras ella reposaba junto a la piscina tras una copiosa cena, Juan Ramón se tendió junto a ella y la poseyó salvajemente. Salvajemente para él, porque ella ni se enteró. Ni siquiera se percató, cuando dió una vuelta sobre sí misma para lanzarse al agua, que había aplastado a su amante como si fuera una cucaracha.
Ni un sólo detalle de ternura tuvo ante el cadáver de Juan Ramón, al que mordisqueó y mutiló por capricho.
Los responsables del zoo aún no se explican por qué entró Juan Ramón esa noche en la jaula de la morsa salvaje.

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