3/10/08

Amor con miedo


Temblorosa, Jelen se acercó a Fernando y, con un hilo de voz, le suplicó que la poseyera. Fernando no dijo nada, no hacía falta; en sus ojos se veía el asco que le daba Jelen. Así lo sintió Jelen en lo más hondo de sus pechos. Tamaño rechazo la hizo llorar desconsolada.

Fernando, al verla tan frágil, tan expuesta a todo, aún sintió más asco. Le dieron ganas incluso de abofetearla; pero para qué, no valía la pena ni siquiera ahostiarla. Jelen también notó el rechazo de Fernando a pegarle cuatro hostias, y se sintió aún más rechazada, si cabe. Cayó en un pozo negro de amargura y ni con sus alargadas uñas lograba asomarse fuera de él. Había tocado fondo. Fernando ya ni siquiera la veía como persona. Era una mancha en el suelo, una mancha de esas que sólo saltan con Cillit Bang. Acaso se podía caer más bajo.

Jelen perdió sus fuerzas, creyó desmayarse, creyó que iba a morir. ¿Pero... morir por qué? –se preguntó antes de entregar su alma al Todopoderoso–, por un gilipollas como Fernando. ¡Ni hablar!, se dijo a sí misma en un destello de lucidez. Y en ese mismo instante, tal como minutos antes se había desinflado, se infló de brillo y confianza, salió de un brinco del pozo donde había caído y creció dos palmos por encima de él. Desde ahí vio claramente al imbécil que tenía debajo. Fernando, que iba a escupirle, se tragó su escupitajo al verla emerger de los infiernos. Entonces fue Jelen la que sintió lástima por aquel pobre muchacho. Fernando sintió miedo pero, al mismo tiempo, también sintió fascinación. Sin poder evitarlo se acercó a Jelen y, con voz temblorosa, le suplicó que lo poseyera. Jelen no dijo nada, no hacía falta; en sus ojos se veía el asco que le daba Fernando.

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