19/6/09

La insoportable ebriedad del ser


Clifford se acomodó en el asiento del copiloto y entregó las llaves del coche a Nuria.

—Llévalo tú que yo no me siento con ánimos.

—Claro —contestó Nuria claramente enojada—, qué ánimos vas a tener después de beberte cinco gintonics y medio.

—No me jodas que me he dejado uno a medias —se lamentó Clifford.

—No es que te lo hayas dejado a medias, es que le has tirado la mitad a Clara por el escote mientras te asomabas para verle las tetas.

—Mierda, no me acuerdo de eso...

—Cómo te vas a acordar si luego has entrado en coma.

—¿Por mirarle las tetas?

—Sí —confirmó irónicamente Nuria—, por mirarle las tetas has entrado en coma.

—Hostias, eso ha tenido que ser cuando he visto una luz blanca cegadora al final de un túnel por el que yo iba buscando setas.

—Qué túnel ni que hostias, te has tropezado con una croqueta y has ido a parar de cabeza a la piscina, bueno, al hueco de la piscina, porque resulta que la están pintando y estaba vacía.

—Pos casi mejor así, sabes, porque no sé nadar.

—Y volar tampoco, porque has caído como un yunque oxidado. Por suerte ha sido por la parte menos honda, que si no… quién sabe.

—¿Qué quieres decir?

—Gracias a Dios había un médico en la sala que no estaba borracho del todo, porque al caer te atragantaste con tu propia lengua y casi te ahogas.

—Coño, no me jodas.

—Ya te digo, tuvo que sacártela metiendo un bolígrafo Bic por medio para desenroscarla.

—¿Bic naranja o Bic cristal?

—Bic cristal que escribe normal.

—La madre que parió al galeno.

—Pues si no llega a ser por él te me mueres allí mismo. Me has dado un susto de muerte.

—Anda, no seas tragícómica y llévame a casa. Seguro que aún podemos arreglar la velada… ¿Eh guapa? —le insinuó Clifford guiñándole un ojo.

—Sí, estás tú como para hacer posturitas.

—No te preocupes, yo me estoy quieto y me dejo hacer...

Nuria miró a Clifford con congoja en el alma:

—Pero no te das cuenta de que yo no puedo seguir así.

—Pues pedimos un taxi, nena, no te preocupes.

Nuria pasó por alto la estupidez de Clifford.

—Hoy casi te matas y yo no sabía qué hacer, me sentía tan…, tan…, idiota.

—Oh, vamos, tú no eres tan idiota, y lo sabes.

—¡Pero tú sí que lo eres…, y más aún! —le respondió Nuria gritando casi.

—Pero si no ha sido nada, mujer, no te enfades.

—¿Que no ha sido nada?, ¡capullo de mierda!

—Bueno sí, algo ha sido, pero no es para que te pongas así.

—¡Casi te matas, ¿es que no lo entiendes?!

—Sí que lo entiendo, pero al final no me he matado, que es lo que cuenta a efectos legales.

—¡Si no ha sido hoy será cualquier otro día…, porque siempre te pones hasta el culo y te da igual todo…, y yo ya no puedo soportarlo más!

Nuria bajó la cabeza sollozando.

—Venga mujer, no llores… Te prometo que no volveré a ponerme hasta el ojete.

—Siempre dices lo mismo, y luego vuelves a hacerlo. Siempre igual.

—Te digo que esta vez va en serio.

—Eso lo dices siempre también.

—Te lo juro por lo más quieras.

—Eso también lo dices casi siempre.

—Bueno, pues entonces te doy mi palabra de honor.

—Ni siquiera sabes lo que es el honor.

—Puede que no lo sepa, pero de todas formas te doy mi palabra.

—Mira, Clifford, lo siento, pero se acabó.

—Que se acabó —repitió Clifford para entenderlo— ¿Qué es lo que se acabó? —preguntó cuando comprendió que no lo entendía.

—Lo nuestro Clifford, se acabó lo nuestro.

—¿Es que me vas a dejar?

—Sí Clifford, creo que será lo mejor, por lo menos para mí. No puedo soportar más esta tensión.

Clifford miró a Nuria con gesto de no entender nada (un gesto muy habitual en él, por otra parte).

—Pero, ¿me vas a dejar aquí, y en mi estado?

—Sí Clifford, te voy a dejar aquí y ahora mismo.

Clifford bajó del coche como pudo, cerró la puerta y se apoyó en la ventanilla para decirle algo a Nuria.

—Al menos pídeme.....

Nuria subió la ventanilla para no oírle y, sin mirar hacia atrás, para no verle, arrancó y se alejó a toda hostia hacia el nordeste magnético.

Clifford la siguió con la mirada, intentando centrar la imagen en una sola, lo que le hizo marearse un poco...

—Qué desconsiderada —se dijo a sí mismo en voz alta para que pudiera oírse él mismo— al menos me podía haber pedido un taxi.

Y dicho ésto se encaminó de nuevo a la fiesta con la esperanza de que aún quedara algo de gintonic para chupar de entre las tetas de Clara.

2 comentarios:

Andreu Romero dijo...

Una obra maestra. Y la frase "La madre que parió al galeno" merece el Címpipe de Astúrias :)

Basseta dijo...

Siempre hay un roto para un descosido