22/9/09

La hija del Dr. Roberts


Consulta del Dr. Roberts, 9:15 de la mañana. Suena el audífono en la sala de espera.

—¡Pascual Fonts!

Un joven se levanta y se dirige hacia la puerta de la consulta. Llama antes de entrar.

—¿Da usted su permiso?

—Adelante.

—¿Dr. Roberts?

—Ábrase la camisa y dígame qué le duele.

—Bueno, la verdad es que no me duele nada.

—En ese caso póngase la camisa, tómese una de estas pastillas cada ocho horas y vuelva la semana que viene.

—Verá, Dr. Roberts, quiero hablar con usted sobre su hija.

—¿Qué le pasa a mi hija?

—No le pasa nada, es sólo que quiero desposarla, si da usted su aprobación.

—¿Y si no la doy?

—Nos la suda, se ponga usted como se ponga pensamos seguir adelante con nuestra boda.

—No, si yo puedo evitarlo.

—Pero no puede.

—Entonces tenéis mi bendición.

—¿Y ya está?

—¿Cómo que si ya está?

—¿No quiere saber nada de mí?

—Ummmm, déjame que piense... No.

—Hombre, algo querrá saber de su futuro yerno.

El Dr. Roberts miró al muchacho de arriba a abajo.

—¿Puedo saber qué méritos tienes tú para pretender a mi hija?

—Bueno, soy un buen hombre, y hago pesas los lunes y los jueves.

—¿Algo más?

—¿Qué más quiere?

—No sé, tendrás algún oficio con el que poder mantener a mi hija.

—Bueno, había pensado que podíamos vivir de usted hasta que su hija encontrara algo.

—¡¿Quequequé...?!

—Qué pasa, no le gusta la idea.

—Tú lo que quieres es aprovecharte de mi hija.

—Por supuesto, ¿por quién me ha tomado?

—Tú eres un irresponsable, y un hijo de puta, y cosas peores que me callo por educación.

—Lo sé, pero piropeándome no va a conseguir que desista de mis intenciones.

—¿A ti es que nadie te ha dao dos hostias, o qué?

—Bfff, a mí me han dao de hostias hasta en el carné.

—Pues pocas han sido, que lo sepas.

—Entonces no le hace gracia lo nuestro, por lo que veo.

—Por supuesto que no. Y no consentiré que mi única hija desperdicie su vida con una persona que no tiene ninguna pretensión de ser algo en la vida.

—Hombre tampoco es eso, yo sí quiero ser algo, lo que pasa es que aún no sé qué.

—Bueno, pues haremos una cosa, cuando sepas qué quieres hacer en la vida, y puedas mantener a mi hija, vienes y entonces hablamos, ¿eh? ¡Ale!, venga, majo, sal de mi consulta ahora mismo.

—Lo siento doctor pero no va a poder ser como usted dice.

—¿Y eso?

—Yo amo a su hija, y ella me ama a mí, y lo demás nos es indiferente.

—Bueno puede que para vosotros lo sea, pero no para mí, y si queréis mi aprobación antes tendréis que responsabilizaros de vuestros actos.

—Me parece que no me entiende; ya le digo que todo eso a nosotros nos la trae florja, no ve que nos queremos.

—Y eso está muy bien, pero a la larga, si no hay un plato en la mesa todos lo días, el amor se va a la mierda. Todo el amor del mundo no vale nada si no lo alimentas por lo menos un par de veces al día.

—Estamos tan enamorados que prácticamente ni comemos.

—Pero el amor no es sólo el enamoramiento inicial, es también entrega, devoción, barbitúricos en el café. Es todo eso y más. Es alcanzar el clímax cuando aún no has almorzado. Es reventar cabezas de alfileres con la punta del nabo. Es todo eso y más. Es lluvia fina de Groenlandia, helada, como el beso de una puta ebria de semen en un enjambre africano. No sé si me entiendes.

—Claro que le entiendo, y eso es precisamente lo que yo siento por su hija.

—En ese caso, tienes mi bendición.

—Gracias, padre.

—De nada hijo. Ahora sólo deseo que no defraudes a tus dioses, ¿porque serás creyente,
supongo?

—Bueno, creyente, creyente, no mucho; pero sí creo que algo más grande que todos nosotros cagó hace mucho tiempo por aquí, y de entre sus heces, como gusanos asquerosos, salimos nosotros: la humanidad.

—Bueno, no es exactamente lo que esperaba, pero algo es algo. Se nota que, aunque no muy ortodoxo, eres un hombre de Dios.

—Por supuesto que lo soy, y ahora si no le importa, me gustaría hablarle de la dote de su hija.

—¿De qué?

—De la dote

—¿Qué dote?

—Bueno, yo había pensado en un chalé de lujo...

—¿Un chalé de lujo? ¿No os basta con una VPO?

—Pero es que no ve que nuestro amor es tan grande que es imposible encerrarlo en un piso de 80 metros cuadrados. Por lo menos necesitaríamos una casa de 500 metros cuadrados, con otros 5.000 metros cuadrados de parcela ajardinada, piscina y todo tipo de detalles de lujo. ¿Es que no se da cuenta? Así de grande es mi amor por su hija.

—Y a mí qué me cuentas.

—Hombre alguien tendrá que pagar todo eso, y yo no tengo un duro. Pero no se alarme, yo creo que con unos dos o tres milloncejos podríamos ir tirando para empezar.

—¿Dos o tres millones de qué?

—De euros, naturalmente, ¿no estaría usted pensando en higos secos?

—Ah, tú hablas de dinero, ¿verdad?

—Sí claro, qué otra cosa si no.

—Pues en ese caso has ido a dar en hueso, machote.

—Y eso.

—Verás, he tenido algún que otro contratiempo en la Bolsa y he perdido toda mi fortuna.

—¿Toda?

—Toda.

—¿Que me dice?

—Lo que oyes, muchacho. Pero no te preocupes, tengo un amigo en una explotación minera que te puede conseguir trabajo.

—¿Trabajo?

—Sí, trabajo, sabes lo que es, ¿no?

—Claro que sé lo que es, lo que pasa es que yo esperaba no tener que volver a tratar ese tema una vez me hubiera casado con su hija.

—¿Entonces?

—Bueno, quizá nos estemos precipitando, hablaré con su hija; no sé, a lo mejor no estamos tan enamorados como pensamos.

—¿Y la boda?

—¿La boda? Sabe qué le digo, que se meta al callo borriquero de su hija donde le quepa.

Pascual se da media vuelta con la intención de salir de la consulta dando un portazo.

—¡Adiós, Dr. Roberts!

—¡Oye, espera!

—¿Qué pasa ahora?

—Las pastillas —dice el Dr. Roberts cogiendo el bote de la mesa y dándoselo a Pascual—; y no te olvides de tomarlas cada ocho horas.

—¿Antes o después de las comidas?

—Francamente, me importa una mierda.

—Gracias Dr. Roberts, nunca le olvidaré.

Mientras ve cómo Pascual se marcha, el Dr. Roberts se dice a sí mismo:

«Lástima, este chico sí que me gustaba para mi hija».

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta la definición de amor. Gracias por hacerme reír!

elinmigrantedelosversos dijo...

Ey! Nosotros también lo pasamos genial, aunque tres días se pasan volando. La próxima vez lo podian hacer más largo y a gastos pagados jeje. Por cierto he estado ojeando tu blog y me he reido mucho. Enhorabuena.

Por cierto esta es mi dirección de correo para cuando puedas me mandes las fotos: alexvampi@hotmail.com

Creo que yo también tengo alguna fotillo con vosotros, cuando las ordene y las localice te las mando.

Recuerdos y saludos de Annia y míos para los tres. Un abrazo y cuidaros.