9/10/09

Elisa necesitaba un repaso


Elisa necesitaba con urgencia que le pegaran un buen repaso. Pero allí sólo estaba el soso de su marido. Hacía ya tiempo que lo necesitaba, lo soñaba todas las noches. Con su marido no había color. Necesitaba..., no, necesitaba no, tenía. Tenía que sentirse de nuevo como se sintió aquella vez, cuando estuvo con José Manuel en el pantano de Tibi. Allí volvió a vivir de nuevo. José Manuel, parco en palabras, la cogió entre sus musculosos brazos, le dio dos vueltas en el aire y la dejó caer a peso para ensartarla a media altura. Luego la cogió por la melena como si tomara las riendas de una yegua salvaje y la tuvo cabalgando por los caminos sin asfaltar de la lujuria hasta que se aburrió. Aquella vez sí se sintió como una mujer de verdad.

Estaba hasta los ovarios de las florecitas de su marido, de sus ñoños regalitos, de los besitos en la espalda, y sobre todo de sus “te quiero, mi vida” cuando se corría a los dos minutos escasos de empezar a cubrirla. Menuda mierda. Necesitaba verse de nuevo con José Manuel. Quería que éste la estrujara entre sus manos, que la restregara contra él hasta arrancarle la piel muerta, como hace un buen exfoliante; que le mordiera, que la azotara, que no le dijera ni una sola vez que la quería; que no le dijera nada, simplemente que la follara y luego la dejara tirada en el suelo, cubierta de polvos, bien cubierta de polvos. Que ni siquiera se despidiera de ella. Quería sentirse como una flor de sésamo entre las garras de un oso hormiguero; quería sentir la lengua del oso, dentro, muy dentro de ella, tan adentro como el puto oso pudiera meterla.

Pero allí sólo estaba el soso de su marido, que no sabía ni lo que era un oso hormiguero, ni lo que era un armadillo si quiera. No sabía una mierda de nada. Tan solo hablaba, entre susurros, de amor, de cariño, de eres mi vida, eres mi sol, eres mi..., mi... ¡Mierda!, eso es lo que era en manos de aquel tipo. Una puta mierda que no sirve para nada. Dios, qué cosa más sosa de tío. Sin embargo José Manuel era otro mundo. Tan distinto, tan salvajemente distinto. Uno solo de sus besos conseguía que se le empaparan las bragas como si se derritiera por dentro.

Ah, José Manuel, cuánto te echo de menos.


—¡Ahhhhhhh!, te quiero, mi vida.

—¿Ya has acabado?

—Oh, sí —dijo satisfecho su marido—; ¿y tú qué tal?

—Oh, fenómeno —mintió ella.

Un suave abrazo y un tierno beso en el hombro

—Te amo.

Veste a la mierda, pensó en gritarle Elisa.

—¿En qué piensas cariño?

—En nada.

—¿En nada?; con esa carita arrugada que pones seguro que hay algo, a mí no puedes engañarme, te conozco muy bien.

—No es nada, solo cosas mías.

—Seguro que era algo.

La hostia qué pesao, masculló para sí.

—Bueno, por si quieres saberlo, pensaba en un oso hormiguero.

—Ah, bueno, si sólo era eso...

Un beso en la frente y un te quiero

—Buenas noches mi amor.

—Buenas noches mi vida.

Buenas noches José Manuel, hijo de la grandísima....

1 comentario:

Niña hechicera dijo...

Normal que la tia piense en un oso hormiguero....yo hace años tuve un noviete tipo al marío de Elisa y pensaba en una aspiradora,y va totalmente en serio.

"Un buen repaso..."muy buneo ,si señor,creo que volveré por aquí.

saludos bloggeros!!