Hubo un chasquido. Helen esperó a que todo estuviera en calma para acercarse al lecho donde yacía Tom convaleciente.
Al parecer, en el accidente Tom no iba solo.
—¿Tom, amor mío..., me oyes..., Tom...?
Tom, atontado por los calmantes, movió con dificultad la cabeza hacia ella, la miró con los ojos entreabiertos e intentó decir algo...:
—Yo..., yo no..., no soy Tom...
—No digas nada cariño —le cortó Helen poniéndole un dedo en la boca—, lo sé todo. Ya puedes morir tranquilo.
Tom abrió los ojos de par en par al oír la última frase de Helen, y empezó a gemir desesperado.
—¡Chsssst! —le chistó Helen mientras le tapaba fuertemente la cara con la almohada.
Tom pataleó quedamente, pues casi no tenía fuerzas, hasta que dejó de respirar.
Todo volvió a quedar en silencio.
Helen se levantó y se dirigió hacia la puerta. Antes de abandonar la habitación lanzó un beso al aire...
—Adiós, mi amor —se despidió con lágrimas en los ojos—, ya nunca más me serás infiel...
Nota explicativa: Luego se supo que la tal Helen era una desequilibrada y que esa noche en cuestión asfixió a otros doce hombres en la misma planta del hospital donde trabajaba como enfermera. Al parecer su marido —que falleció meses atrás de muerte natural— se llamaba Tom, era médico del hospital, y se había cepillado a todo el cuerpo de enfermería. Cuando Helen se enteró de que había sido la comidilla de todo el hospital se volvió loca y juró vengarse de todos los hombres, ya que del suyo ya no podía. Aquella noche fue la noche elegida para su venganza. Después de cometer los asesinatos ella también intentó quitarse la vida apretando un almohadón contra su cara, pero lo único que consiguió fue dormirse. Cuando despertó, se entregó a la policía. Hoy día cumple condena en el Penal de Picasent...
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